Esta es la verdad, guste o no. ¿Por qué el sistema público y sus profesores deben aguantar las impertinencias, los desprecios cuando no los insultos de alumnos y padres? El derecho a la educación secundaria debe ser obligatorio, gratuito y de calidad, por supuesto, pero no a costa del sistema ni de las personas que en él trabajan.
Si un alumno se niega a estudiar, el sistema debe buscarle otra ocupación y formación, sacándole de un aula donde sólo genera problemas, malestar y retraso en el aprendizaje de otros compañeros que sí quieren esforzarse.
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